BENITO JUÁREZ, ORQUESTADOR DEL ESTADO MODERNO

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por Raúl Reyes Hernández

La Revolución Liberal fue el segundo momento transformador de gran relevancia para nuestro país. Impulsada por un grupo de patriotas, formados en el liberalismo, con las ideas más avanzadas de la época y convencidos del rumbo que la nación debía seguir, tuvo como principal dirigente a Benito Juárez quien, junto con ellos, llevó a cabo esa gran hazaña.

Enmarcada en el inicio de la Revolución de Ayutla (1854), los revolucionarios liberales derrocaron al dictador Antonio López de Santa Anna; aprobaron nuevas leyes y promulgaron una nueva Constitución Política, la de 1857, lo que trajo como consecuencia la inmediata reacción del bando conservador que desembocó en una guerra civil (Guerra de Reforma 1858 – 1861) durante la cual el Gobierno itinerante de Juárez legisló algunas de las llamadas Leyes de Reforma.

La Ley Juárez (23 de noviembre de 1855)
Ley Lerdo (25 de junio de 1856)
Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos (12 de junio de 1859)
Ley del Matrimonio Civil (23 de julio de 1859)
Ley de Creación del Registro Civil (28 de agosto de 1859)
Ley Sobre la Libertad de Cultos (4 de diciembre de 1860) … entre otras.

Triunfada la Guerra de Reforma, los revolucionarios liberales, ahora en el gobierno, tuvieron que hacer frente a los problemas dejados por los conservadores en el país, los cuales prácticamente habían quebrado las finanzas del Estado mexicano. Además, tuvieron que enfrentar una segunda intervención francesa, fundamentada esta vez, por el pago de la deuda externa que el gobierno francés demandaba a México (1862).

Pese a la heroicidad del pueblo mexicano en la Batalla de Puebla (5 de mayo de 1862), el ejército francés se refuerza y un año después cae Puebla. El ejército francés, triunfante, instaura un gobierno de ocupación en la Ciudad de México (junio de 1863). Juárez, una vez más, tiene que abandonar la capital y establecer su gobierno como una República errante (1863 – 1867).

Por su parte, y a pesar de haber sido derrotados, los conservadores aprovechan esta situación para enviar una comisión a Francia a entrevistarse con el emperador Napoleón III para manifestarle su apoyo a la intervención armada en nuestro país, así como hacerle el ofrecimiento de una corona imperial a un príncipe europeo católico para restablecer la monarquía en México (julio de 1863).

La proeza de estos revolucionarios liberales no solamente debe ser reconocida en cuanto a la capacidad política, diplomática y militar que demostraron al salir victoriosos de una guerra civil, enfrentando a un ejército conservador, seguido de un ejército de intervención extranjero y, finalmente, a un ejército imperial (1867).

Debe ser reconocido también el contexto histórico que ayudaron a definir, pues ellos, aquí en México, fusilaron a un emperador, enviando un mensaje claro de que aquí terminaban, de una vez por todas, las aspiraciones monárquicas para dar paso al desarrollo de un nuevo tipo de sociedad.

El modo de producción capitalista llevaba ya tres siglos abriéndose paso en el mundo feudal. En Europa, en la Francia revolucionaria, había sucedido algo similar, los revolucionarios jacobinos tuvieron que guillotinar al rey y a la reina para dar paso a la transformación política y económica que requerían los nuevos tiempos.

El desarrollo de las fuerzas productivas engendró la ideología liberal, contraria al pensamiento feudal, que sirvió de bandera ideológica para la acción revolucionaria de la burguesía, para luchar no sólo por derrocar una monarquía sino al putrefacto modo de producción feudal y dar paso al nuevo orden social: el modo de producción capitalista.

Los liberales tenían claros sus objetivos y echaron mano de la filosofía de la libertad política —el liberalismo político—, para conquistar el poder político, para abolir la monarquía como forma de gobierno y sustituirla por las repúblicas democráticas burguesas para crear instituciones que respondieran al nuevo orden social.

Así pues, los revolucionarios liberales, consolidaron el Estado mexicano (la República Restaurada, 1867) que otros, antes que ellos, habían construido en la Revolución de Independencia (1810 – 1821).

La culminación de esta Revolución Liberal se da después de la muerte de Juárez (18 de julio de 1872), al momento de incluir las Leyes de Reforma en la Constitución de 1857, para darles el mayor reconocimiento y hacerlas cumplir, esto al expedir la Ley sobre Adiciones y Reformas a la Constitución (25 de septiembre de 1873). En lo fundamental se da la separación de Iglesia – Estado y queda consolidado el Estado nacional, republicano, federal y laico.

La tarea del liberalismo político estaba hecha, seguía ahora aplicar el liberalismo económico.

Las Leyes de Reforma y la Constitución de 1857 motivaron la modernización del país, el desarrollo y el libre comercio. Juárez planeaba educar e industrializar al país. Necesitaba de inversionistas mexicanos y extranjeros para desarrollar infraestructura férrea y, ahora que podía hacerlo, debía atraer la atención de industriales e inversionistas extranjeros para llevar adelante los proyectos del gobierno, algo muy común en nuestros tiempos.

A Juárez y a los liberales que encabezó se les atribuye dar ese paso que necesitaba la sociedad mexicana del siglo XIX para liberarse del yugo feudal y dar paso a la nueva sociedad capitalista que permitiera rebasar los límites antes impuestos. Ya no había marcha atrás. Pero el periodo liberal revolucionario terminó y le siguió un —periodo liberal conservador convertido en una nueva dictadura de treinta años—.

Lo que nos queda para reflexionar es que, dentro del mismo modo de producción feudal que ya estaba en decadencia, surgió el liberalismo como la ideología revolucionaria más avanzada en esa época para construir el nuevo modo de producción capitalista. Los revolucionarios adoptaron esas ideas, las más avanzadas en ese momento de la historia, y con su lucha enterraron al feudalismo para edificar el capitalismo, fusilaron monarcas y aristócratas para establecer las repúblicas democráticas burguesas.

Nunca dejaremos de ver a los liberales como los revolucionarios de los siglos XVIII y XIX, pero hoy —siglo XXI— las condiciones son distintas. El sistema económico capitalista ha llegado a sus límites y los estira lo más que puede mientras justifica su existencia con el neoliberalismo y demás teorías económicas burguesas.

En el momento actual de la historia, el socialismo existe como el pensamiento más avanzado, como la bandera ideológica del proletariado, capaz de resolver las contradicciones que el modo de producción capitalista, defendido por los neoliberales, trata de ocultar.

El socialismo propone el paso a un nuevo modo de producción, pero esta vez con beneficios para la mayoría de la población, sin privilegios para una clase por encima de otra. Hoy, al socialismo para entenderlo hay que estudiarlo, defenderlo y difundirlo, así como los liberales hicieron lo propio en su tiempo, hoy los socialistas no debemos aspirar a menos.

 

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