LA IZQUIERDA HOY ¿QUÉ SIGNIFICA SER DE IZQUIERDA?

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por Antonio Tovar León

INTRODUCCIÓN

Con la desintegración de la URSS y el derrumbe del Bloque Socialista, la izquierda, en el mundo entero y en México, entró en un proceso de reflexión y análisis de su actuación en las luchas emprendidas por la construcción del socialismo; la búsqueda de nuevas ideas para conceptualizar los cambios operados en el mundo; el ensayo de nuevos estilos de hacer política y de reafirmar los valores éticos del socialismo, puestos en duda por la gran ofensiva burguesa y conservadora que caracteriza nuestra época.

La refundación de la izquierda se hizo necesaria dado que los tres grandes movimientos que caracterizaron a la izquierda del siglo XX: El Comunismo Estatista; el Estado del bienestar social demócrata, y los movimientos de Liberación Nacional, en el “Tercer Mundo”, quedaron en el pasado.

Con la hegemonía del capitalismo imperialista y el predominio de la ideológica del neoliberalismo, que se ha posesionado en la mayoría de los gobiernos del mundo globalizado, la izquierda se encuentra sin un rumbo claro, perdida y ocupada en disputas internas por el control de las direcciones de sus partidos; consumiéndose en prácticas corporativas y clientelares; así como lograr alianzas, incluso con la derecha, para conquistar cargos de elección “popular” dentro de los gobiernos burgueses.

En el caso particular de México, la Revolución Mexicana y lo que ésta creó: -la Reforma Agraria; el Estado corporativo desarrollista; la democracia clientelar- entraron en crisis, pero con ella también sus críticos: la izquierda. Ambos entraron en crisis, tanto la Revolución como sus críticos.

¿DE DÓNDE VIENE EL TÉRMINO IZQUIERDA?

Para responder a esta interrogante, es necesario hacer una reseña histórica, de manera muy general, sobre la Revolución Francesa, para poder comprender con mayor claridad el término de izquierda y lo que ello implica en la actualidad.

Con la caída del imperio romano de occidente (395) “desaparece” el mundo antiguo, y en toda Europa se instauró el feudalismo durante diez siglos, con el dominio de la única institución sobreviviente de la antigüedad: la Iglesia, la cual es la depositaria de toda la cultura grecolatina. En el sistema económico del feudalismo el campo va a dominar a la ciudad, así como en la antigüedad la ciudad dominó al campo.

Los señores con sus feudos llegaron a tener igual o más poder que los propios reyes, dicho poder se sostenía sobre explotación del trabajo de los campesinos siervos. El campesino siervo, a diferencia del esclavo, tenía sus propios instrumentos de trabajo –animales de tiro, aperos de labranza- pero carecía del principal medio de trabajo: la tierra. Los señores feudales, propietarios de la tierra, la daban a trabajar a los campesinos siervos, quienes a cambio de usufructuarla debían pagar una renta al señor feudal, la cual podía ser en especie, en trabajo, o en ambas modalidades. El campesino tenía una libertad parcial, pues no podía ser vendido, como sucedía con el esclavo, pero sí podía ser transferido con todo y tierra. En esas sociedades feudales no existía la movilidad social, pues la posición social de las personas estaba determinada por el nacimiento.

Es al seno del propio sistema de producción feudal en donde surgirá la clase social, que pondrá fin a mil años de dominación aristocrática: la burguesía. Algunos campesinos que pudieron abandonar el campo y marchar a las ciudades (los burgos) para desempeñarse como comerciantes, navieros, conductores de diligencias, sastres, zapateros, talabarteros, joyeros, orfebres, ebanistas, en fin…, operarios de toda una variedad de nuevas actividades. Estos artesanos al paso del tiempo progresaron en medida considerable, a la par que las fuerzas productivas, y se fueron consolidando como la clase social burguesa, antagónica a la nobleza feudal.

El descubrimiento de América y la prosperidad que le trajo a Europa la creciente llegada de oro y plata del nuevo mundo, así como la Revolución Industrial, fomentaron en la nobleza francesa la vieja costumbre de holgazanear, de divertirse, de inventar fiestas para exhibir lo más exagerado de su vanidad, lo cual generaba el descontento de la población, sobre todo el de la burguesía, pues lo que ésta producía los nobles lo gastaban a manos llenas.

Francia va a ser el escenario en donde se librará la batalla de la burguesía contra la nobleza feudal. En esta batalla era necesario que la burguesía, una clase minoritaria, se allegara el apoyo de las masas populares, para legitimar su lucha frente la aristocracia feudal. El ganarse el apoyo de las masas populares no fue problema para la burguesía, dado que Francia era, en toda Europa, después de Rusia, la nación que más gente pobre tenía; y lo más grave es que también tenía una enorme clase parasitaria de más de 400 mil nobles, entre los cuales se contaban obispos y arzobispos como Mazarino y Richelieu, quienes llegaron a ser los verdaderos gobernantes de Francia.

La crisis comercial e industrial de 1787-1789 y la mala cosecha de 1788 agudizaron la pobreza de un gran número de campesinos que perdieron sus ingresos complementarios. Estos campesinos que emigraban a las ciudades durante el otoño para conseguir trabajo en la construcción, al no encontrarlo aumentaron en un modo extraordinario la mendicidad, que en Francia constituían casi la tercera parte de la población.

Los motines populares se extendían por muchas provincias del reino, así como las sublevaciones de campesinos para forzar los graneros de los señores, lo cual obligaba a los comerciantes de trigo a venderlo a un precio más bajo. En muchas ciudades como Marsella, Tolón y Orleans, durante el otoño de 1788 y el invierno y la primavera de 1789 los obreros y los pobres de la ciudad asaltaron las casas de los funcionarios, apoderándose del trigo almacenado y estableciendo precios de tasa más bajos para el pan. A finales de abril de 1789 se produjo un levantamiento en el suburbio de Saint-Antoine, de Paris. Toda esta situación hizo necesaria la convocatoria a los “Estados Generales”, que no se habían reunido durante 175 años. En agosto de 1788 el rey se vio obligado a autorizar su convocatoria.

El 5 de mayo de 1789 se reunieron, en Versalles, los Estados Generales. El Rey y los diputados de la nobleza y el clero pretendían limitar las funciones del órgano consultivo, mientras que los diputados del tercer Estado, insistían en la ampliación de las facultades de los Estados Generales. Al no ponerse de acuerdo en cuanto a la forma en que se debía votar, pues nobleza y clero pretendían que la votación fuera por estamento –un voto por cada Estado- los del tercer Estado pedían que la votación fuera nominal, como en cualquier asamblea democrática. Al no haber acuerdo, los del tercer Estado se decidieron a dejar la sesión y se trasladaron al picadero (en la sala del juego de pelota) de Versalles en donde se proclamaron como Asamblea Nacional, bajo el argumento de que los 610 diputados de dicho Estado representaban al 95 % de Francia, ¡somos toda Francia decían!

Es precisamente, en ésta Francia revolucionaria de finales del siglo XVIII en donde va a surgir la idea de izquierda y derecha, por una situación casual, primero en la Asamblea y después en la Convención. Lo que sucedía es que durante la Revolución Francesa de 1789, los diputados jacobinos[1] que querían el cambio, que luchaba contra los privilegios de la aristocracia, que pugnaban por instaurar un gobierno republicano, tenían sus asientos del lado izquierdo; mientras que los diputados girondinos, que defendían la monarquía y los privilegios de la nobleza francesa, se sentaban a la derecha, entonces, cuando los diputados subían al estrado comenzaban su discurso diciendo “ciudadanos de la izquierda, ciudadanos de la derecha…”, es así como se empezó a acuñar el concepto de izquierda y derecha, concepto que nos ha acompañado hasta nuestros días, y que algunos ideólogos burgueses, que promueven la conciliación de clases, pretenden darle un significado diferente, reduciéndolo a una actividad meramente opositora al régimen político, sin que dicha izquierda pretenda transformar el orden social económico.

Desde entonces, cuando decimos izquierda, nos referimos a aquella parte de las agrupaciones políticas que están contra los privilegios existentes de unos cuantos, en ese momento; que se oponen a toda forma de dominación y explotación de los trabajadores; que se manifiestan, alzando la voz, contra la ausencia de libertad y democracia; que luchan contra el poder ilimitado de las élites de la clase dominante y, por lo tanto, están animados de un gran deseo de cambiar el orden social económico que oprime y explota a toda una nación.

La derecha en cambio, se caracteriza por ser conservadora, por mantener y defender los privilegios de unos cuantos; por conservar el orden social económico establecido, toda vez que este les favorece. Es el caso de los 30 más ricos de México, que no palidecen frente a los más ricos del mundo, estos multimillonarios no desean un cambio profundo para México, por el contrario, harán todo lo posible por ahogar toda protesta y manifestación que pretenda cuestionarles su poder ilimitado; buscarán por todos los medios defender todo aquello que les sirva para conservar su posición de poder y dominación.

¿QUÉ SIGNIFICA SER DE IZQUIERDA?

Para ser de izquierda no basta con adoptar ese membrete, hay que serlo en el terreno de la práctica política. El ser de izquierda debe obligarnos a hacer un esfuerzo y un examen de conciencia, sobre el papel que debemos desempeñar en la lucha por transformar una sociedad dividida en clases sociales como es la nuestra. Realizar un gran esfuerzo y observar una conducta para promover los valores humanos y sociales, contrarios a los valores mezquinos e individualistas del orden burgués.

Todo militante que se diga ser de izquierda hoy, hombres y mujeres, deben ser sujetos imbuidos de un espíritu para encontrar y aplicar nuevos valores y nuevas ideas en las relaciones familiares, en el trabajo y, desde luego, en la práctica política, con la finalidad de aportar a la construcción de la gran fuerza que se requiere para la transformación del orden social capitalista.

Los militantes de la izquierda de hoy, deben ser personas convencidas de la fuerza transformadora de la razón, fuerza que no está fuera del individuo sino dentro del sujeto. Todos y cada uno de los militantes de izquierda deben ser portadores de una ideología contraria al neoliberalismo, para elevar la conciencia política y de clase de los trabajadores. Así mismo deben contribuir a la refundación de la izquierda.

Los militantes de izquierda, hoy necesitan reconstruir las organizaciones civiles, los gobiernos de izquierda, con nuevas ideas y nuevas actitudes, y aquí es muy importante tener claro que la izquierda no puede volver a usar las instituciones que tuvo antes de 1990.

Ser de izquierda nos lleva inevitablemente a tener que aterrizar en una historia y en una tradición de luchas sociales, de eso no podemos escapar, pues nadie debe empezar a construir la izquierda desde cero, sino a partir de la experiencia histórica de todos los movimientos sociales que han aportado a las grandes transformaciones en la historia de la humanidad.

Ser de izquierda es sentirse parte de un proceso histórico que comenzó hace mucho, y lo más seguro es que continuará después de nosotros. Todos los que nos digamos de izquierda debemos aportar al proceso de construcción que no dura en la vida de una persona y, que además no termina con la vida de la persona, por el contrario, dicho proceso continuará después de nosotros.

Por eso en necesitamos navegar en la historia de la izquierda porque todos aquellos que nos precedieron, trabajadores, campesinos, estudiantes, profesores, gentes de las clases medias, luchadores sociales, grandes dirigentes, hombres y mujeres, que aportaron a la causa por la construcción de una sociedad más justa, libre y democrática, no todos ellos fueron ilusos, ni tampoco criminales.

Es deber de todo militante que se diga ser de izquierda, de rechazar las ideas y las conductas erróneas del pasado. El militante de izquierda debe evitar los callejones sin salida a los cuales se ha conducido a la población. El militante de izquierda debe apoyarse en la tradición de izquierda recuperando el inmenso caudal de cultura política; debe sacar sus conclusiones de las experiencias de China, Rusia, Hungría, de Francia, Inglaterra, porque en ellas hay una civilización de nuestro tiempo. Intentar comenzar todo de nuevo es desaprovechar nuestra principal herramienta: la experiencia. Esa es la diferencia entre la persona que ha vivido mucho tiempo y la que comienza a la vida.

Hay quienes pretenden que nos enfrentemos a la lucha de hoy como si fuéramos infantes que comenzamos la vida hoy, pese a que detrás de nosotros hay un acervo y una inmensa experiencia cultural de izquierda, que nos sirve a todos y cada uno de nosotros.

¿QUÉ DIFERENCIA HAY ENTRE IZQUIERDA Y DERECHA?

Es muy importante diferenciar la izquierda de la derecha, toda vez que en el espectro de la lucha política existen infinidad de organizaciones y partidos que se autodenominan de izquierda, y al hacerlo, sin darle contenido al término izquierda, quedan desarmadas políticamente frente a la bandera ideológica de la burguesía: el neoliberalismo. Por eso es necesario definir, a cada momento, tanto a la izquierda como a la derecha, para saber con claridad donde estamos los de la izquierda y donde se encuentran los de la derecha, quienes son de izquierda y quienes son de derecha, toda vez que la izquierda de ayer, cuando no entra en un proceso de cambio permanente, se transforma en la derecha de hoy.

Señalar la diferencia de izquierda y derecha depende en gran medida del momento histórico y sobre todo de la conciencia de clase que se tenga. Así por ejemplo, en la Francia revolucionaria los diputados jacobinos, representantes de la burguesía, eran de izquierda, por las razones que ya se mencionaron, pero además porque en esa época y en esos momentos la burguesía era una clase social progresista que pugnaba por un cambio, que luchaba contra los privilegios de la aristocracia, toda vez que la nobleza frenaba el avance de la sociedad, es por eso que la burguesía luchaba por conquistar el poder político para abolir la monarquía e instaurar la república, eso la hacía revolucionaria frente a la nobleza feudal conservadora.

Pero una vez destruido el sistema económico feudal, y edificado sobre sus ruinas el orden social capitalista, la burguesía, dueña ahora de la gran propiedad de los medios de producción, toma en sus manos las riendas del gobierno y se transforma en una clase social reaccionaria, de derecha, que se opone a todo cambio que afecte su posición de privilegios.

Otro tanto podemos decir de los insurgentes, en la Guerra de Independencia en México, que constituían una clase social de criollos, los cuales se oponían al poder de la monarquía española y los privilegios políticos de los peninsulares. Estos insurgentes, en su lucha contra la monarquía española, para lograr la independencia de la Nueva España, necesitaban del apoyo de las masas populares para legitimar su lucha. Lograda la independencia en México, se desata una guerra intestina entre conservadores y liberales. Los conservadores son partidarios de la monarquía y defensores de los privilegios de la nobleza, mientras que los liberales luchaban por instaurar la república y suprimir los privilegios del clero y la nobleza. Derrotados los conservadores, los liberales toman el control del gobierno y el Estado y, de ser de izquierda, se convierten en la derecha que busca perpetuarse en el poder, no debemos de olvidar que Porfirio Díaz, al igual que Juárez, era liberal.

Durante la Revolución Mexicana, se enfrentaron dos sectores de la clase social burguesa por el control del gobierno y el Estado: los defensores de la gran hacienda y los partidarios de la industrialización, unos eran conservadores, los otros progresistas. Con la política de Díaz de puertas abiertas al capital extranjero se inició el desarrollo industrial del país, que no tardaría en chocar con las relaciones de producción hacendarias. En la medida que la industria se desarrollaba, ésta demandaba mano de obra libre que pudiera contratarse con el capital, dicha mano de obra no se encontraba disponible en el mercado debido a que esta se hallaba ligada a la tierra, encadenada de por vida en la grandes haciendas. Era pues necesario liberar esa mano de obra que la industria demandaba. Al triunfo de la revolución, la burguesía tomó el control del gobierno y el Estado y se convirtió en la actual derecha que se opone a todo cambio profundo que afecte sus intereses de clase.

Aquí es necesario aclarar que no es lo mismo participar en los movimientos sociales que dirigirlos, esto por el hecho de que constantemente escuchamos la pregunta de ¿Por qué en los procesos de lucha, en los que participa el pueblo, éste nunca se beneficia de los cambios? En efecto, tanto en la guerra de Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana, el pueblo tuvo una importante participación, y sin el concurso del pueblo estos movimientos no hubieran sido posibles. Pero lo que debemos precisar es que cada movimiento social se da en un momento histórico, en el que hay ciertas condiciones y circunstancias, con una clase social interesada en el cambio, que es la que dirige el movimiento: En la Guerra de Independencia los criollos son los que están al frente de la misma; en la Reforma son los liberales; y en la revolución Mexicana son los representantes de la burguesía progresista. Esta es la razón del por qué el pueblo, hasta la fecha, no se ha beneficiado de los cambios operados en la sociedad, a pesar de que ha tenido una participación muy importante en esos movimientos sociales, el pueblo no los ha dirigido.

Uno de los principales problemas, verdaderamente preocupante de la izquierda de hoy, es que no sabe contra quien lucha, no ha identificado con claridad el verdadero causante de la situación de miseria e injusticia en la que viven los cientos de millones de seres humanos en el mundo. Y es por eso que la mayoría de los movimientos sociales o partidos políticos, que se dicen de izquierda, se consumen y desgastan a la militancia en una serie de manifestaciones y protestas para demandar de los gobiernos en turno soluciones a sus demandas inmediatas, sin pretender construir la gran fuerza política que se requiere para cambiar el sistema económico capitalista, vamos, ni siquiera se plantean disputarle el poder político a los gobiernos de derecha.

Por eso es importante el análisis teórico y el debate político permanente, de no hacerlo la izquierda de ayer se torna en la derecha de hoy.

Ejemplos sobran: los partidos comunistas que hicieron las revoluciones socialistas en Rusia y en los países de Europa oriental, así como en China, abriendo una época de desarrollo muy importante para esos países pero, al paso del tiempo, por las razones ya mencionadas, el poder se transformó en una enorme administración burocrática, en fuerzas conservadoras, que impidieron pasar a las siguientes etapas del cambio, para que estos países siguieran avanzando.

En la actualidad existen dos cuestiones en las que la izquierda se mueve y que tiene que resolver. La primera es que vivimos en una sociedad capitalista, y la segunda, qué hacer ante esta situación.

Una de dos, o aceptamos la tesis del fin de la historia y dejamos de luchar, nos resignamos a vivir en el capitalismo y nos dedicamos a construir un capitalismo “más humano”, a resolver las contradicciones del orden burgués, e incluso podemos discutir qué modelo de capitalismo le conviene a México, el norteamericano, el francés, el alemán, el nórdico, etcétera. O, por el contrario, continuamos luchando contra el orden social capitalista y la construcción de una alternativa diferente al capitalismo, pese a que los grandes intentos de construir alternativas al capitalismo en el siglo XX acabaron en un derrumbe en los años 80s y 90s.

Es por esto que todo militante de izquierda tiene que tener claridad sobre los objetivos futuros e históricos del pueblo, y de plantear las tareas políticas correctas para la consecución de dichos objetivos.

¿EXISTE REALMENTE UNA IZQUIERDA PARTIDISTA?

La pregunta que no puede evadirse es precisamente la de saber si realmente existe, en el México actual, un verdadero partido de izquierda, con un programa de acción que contemple la lucha organizada del pueblo por la transformación del orden social capitalista y no únicamente conquistar la presidencia de la República y escaños en el Congreso Federal. Esta pregunta, repetimos no puede evadirse, sobre todo si consideramos que la mayoría de los movimientos sociales[2] -de estudiantes, trabajadores, colonos, ciudadanos- que luchan por sus demandas económicas y sociales, no contemplan la posibilidad de establecer alianzas o frentes de lucha con los partidos políticos, denominados de izquierda, ni mucho menos existe la intensión de militar en ellos. Esta situación se da por la práctica política que desarrollan dichos partidos, totalmente alejada y divorciada de los objetivos futuros e históricos del pueblo.

La insurrección cívica, surgida en el 88 del siglo pasado, en torno a la candidatura a la presidencia de la República de Cuauhtémoc Cárdenas, se concretó en el proyecto más avanzado de la izquierda partidista al crearse el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en 1989. Dicha organización política surgió más que como partido político, como un gran frente de organizaciones sociales y políticas[3] y que, por su misma composición, no tardarían en aflorar en él las famosas corrientes, que los eufemistas intelectuales bautizaron con el nombre de “tribus del PRD”. Estas corrientes, con intereses mezquinos, personales y de grupo, fueron la causa principal de toda una serie de vicios[4] que eclipsaron el “Sol de la esperanza” y que culminaría con el papel vergonzante desempeñado por sus dirigentes, al pactar con el régimen de Peña Nieto las reformas estructurales en mal llamado “Pacto por México”.

El esfuerzo por rescatar la parte combativa del PRD se dio con la ruptura de AMLO con dicha agrupación y la transformación de Morena en partido político nacional. Debemos decir que a pesar de toda la buena intención de crear un partido verdaderamente democrático para la transformación de México, se queda en eso, en una buena intención, pues dicho partido nace con los mismos vicios del PRD. Morena, al Igual que el PRD, se conformó con ciudadanos de lo más heterogéneo, así como de grupos diversos -el GAP, la UPREZ, ex militantes del PRD, el PT, Movimiento Ciudadano, priistas “arrepentidos”, entre otros- y a pesar de que el estatuto de Morena prohíbe la conformación de grupos al interior del partido, en los hechos los grupos existen, y no únicamente existen sino que de manera abierta o velada se toleran sus prácticas corporativas y clientelares.

Por la forma en cómo se integró Morena era inevitable que a su interior surgieran los grupos o corrientes, no de pensamiento, sino de intereses personales o de grupo, pero además, debido a que los mismos principios de Morena literalmente aceptan todas las formas de pensamiento a su interior –el neoliberalismo, hay que decirlo, también es una forma de pensamiento-

La inexperiencia, en la actividad política, de gran parte de sus militantes, al pasar de una participación social a una política, ha sido aprovechada por los dirigentes nacionales y estatales, en su propio provecho, al poner a competir a los militantes de base (PCV), asignándoles tareas y cuotas so pena de no recibir favores, de marginarlos en la discusión y toma de decisiones, de negarles el derecho a contender por un cargo en el partido o de postularse para un cargo de elección popular. Y si a esto le agregamos la falta de formación política de gran parte de sus militantes, el resultado que tenemos es que en Morena se ha generado la cultura política del culto a la personalidad y la espontaneidad en el trabajo partidista. El culto a la personalidad y la espontaneidad en el quehacer político son muy peligrosos, pues esto acostumbra a la militancia a confiar y depender de personalidades, antes que confiar en la propia fuerza organizativa del pueblo.

De igual modo, el no fomentar la discusión y el análisis teórico entre los militantes es condenarlos a la rutina política, la cual a la larga produce el hastío. La mayoría de los dirigentes nacionales y estatales de Morena han reducido la actividad política del partido a cuestiones meramente electorales, dejando de lado la formación política, a grado tal que cuando se les cuestiona la falta de espacios para la formación política de los militantes se justifican con el argumento de “falta de tiempo”, “que no les alcanza el tiempo, pues cuando van saliendo de un proceso electoral, ya tienen en puerta el siguiente”.

La obra de refundación de la izquierda y de su partido, a la cual todo militante, que se diga ser de izquierda, está llamado a realizar, es a la vez teórica y práctica. Es una búsqueda permanente de las grandes ideas emancipadoras de nuestro tiempo, de nuevas explicaciones y nuevas soluciones; es un esfuerzo colectivo para probar si esas ideas sirven en la práctica y aplicarlas en la vida cotidiana.

Para finalizar, el militante de izquierda debe resolver la cuestión que se le plantea cuando se enfrenta a la lucha política: ¿Es posible la construcción de una sociedad verdaderamente democrática, con justicia y dignidad, manteniendo el sistema capitalista?

Diciembre 9 de 2015

____

[1] Durante la Revolución Francesa aumentó mucho la actividad política de las masas populares. En la capital y las ciudades de provincia surgían diferentes clubes políticos, que adoptaban el nombre según los conventos en cuyos locales se reunían. La mayor influencia la tenían los jacobinos y los cordeleros. El nombre oficial de los jacobinos era “Sociedad de los amigos de la Constitución”, este club era muy heterogéneo y reunía a políticos burgueses de diferentes matices, desde Mirabeau hasta Robespierre; el club de los cordeleros, que oficialmente se denominaba “Sociedad de los amigos de los derechos del hombre y el ciudadano”, servía de centro político a las gentes del pueblo, y del cual formaban parte muchos “ciudadanos pasivos”, y en sus reuniones intervenían también mujeres, entre sus personalidades se encontraban Jorge Danton y Camilo Desmoulins.

[2] No nos referimos a los movimientos sociales de organizaciones oficiales (CTM, CNOP, CNC, SNTE…) que están copadas y son parte del partido de Estado.

[3] Después de las elecciones federales de 1988, al año siguiente se conformó el PRD con el registro del PMS (Partido Mexicano Socialista). En este proyecto se inscribieron una serie de militantes de otras agrupaciones políticas, en mayor o menor grado, del PST que habían pasado por el PFCRN, del PMT, del PRT, de organizaciones sociales de la zona conurbada y el DF como la UPNT, la Asamblea de Barrios, la UPREZ, la UCP, el Frente Popular Francisco Villa, etcétera.

[4] La falta de democracia al interior del partido; el distanciamiento de la dirección con sus militantes, la confrontación y descalificación entre compañeros; la falta de vida orgánica del partido; los acuerdos cupulares, en los oscurito, y a espaldas de la militancia; la falta de formación política de su militancia; las prácticas corporativas y clientelares; la corrupción; etcétera.

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