ACERCA DE LA DEMOCRACIA EN MÉXICO

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por Antonio Tovar León

Al abordar el tema de la democracia, no podemos dejar de sorprendernos de la enorme cantidad de definiciones y opiniones que sobre ella se han vertido, así por ejemplo, se dice que es el poder del pueblo; el gobierno del pueblo y para el pueblo. De igual manera se habla de la democracia directa y la representativa; de la democracia social y de la participativa, etcétera.

Para tener una idea clara de la democracia y para no confundirnos con la inmensa cantidad de conceptos con los que podemos encontrarnos, debemos partir del hecho de que en las definiciones u opiniones, sobre la democracia, hay un interés de clase. Por consiguiente debemos analizar minuciosamente a quién o a qué clase benefician dichas concepciones u opiniones, es decir, nos interesa saber quiénes son y cómo definen e interpretan la democracia, y sobre todo, los intereses de clase que representan o defienden.

Así por ejemplo, los representantes del sistema capitalista se refieren a la democracia como una estructura jurídica y un régimen político, y cuando se les cuestiona por la desigualdad económica en la sociedad, la inequidad en los comicios constitucionales, los fraudes electorales, la corrupción, la impunidad, la entrega de empresas públicas al capital privado, etcétera, justifican las acciones de los que están al frente del sistema político, diciendo que “no hay democracia perfecta”, pero que, sin embargo, “es el mejor sistema para la convivencia pacífica de las actuales sociedades”.

A la democracia se le suele asociar con la forma en que los ciudadanos eligen a su gobierno o representantes, en contraposición al poder hereditario de las monarquías, en donde para nada interviene la voluntad popular. No obstante lo anterior, en la historia de la humanidad, suele haber casos en los que los miembros de una comunidad sí participaban en la elección de su jefe militar o de su rey, fue el caso de Roma, en la época de la monarquía, en ella, el pueblo patricio, en los comicios por curias, voto la elección de sus reyes –Rómulo, Numa Pompilio, Tulo Hostilio, Anco Marcio, Lucio Tarquino Prisco, Lucio Tarquino el Soberbio- con excepción de Servio Tulio, que fue nombrado directamente por el senado.

A lo largo de la edad media, en Europa, prevaleció el gobierno hereditario de los reyes, a los cuales se les atribuía una naturaleza divina, razón por la cual, en muchos casos, la coronación de los monarcas la llevaban a cabo los obispos de la jurisdicción eclesiástica respectiva, o por el propio Papa. A pesar de esto, en la China del mundo antiguo, Mo-Tsi (500-420 A.c.) ya negaba la realeza de origen divino. El movimiento intelectual y artístico renacentista, empezó a eclipsar el poder de la iglesia, y con la revolución Francesa de 1789 se inicia el proceso de decadencia de las monarquías para dar paso a las repúblicas burguesas. En estas repúblicas sus gobernantes son electos por el voto ciudadano, que en un principio fue censitario, es decir, únicamente votaban los hombres de negocios -industriales, banqueros, comerciantes- quedando excluido de este derecho el pueblo.

La Revolución Industrial, en Inglaterra, enfrentó en una lucha directa a dos clases sociales: la burguesía y el proletariado. En esta lucha el proletariado se encontraba en desventaja frente a la burguesía, pues no contaba con ningún instrumento legal para demandar, ante los tribunales, sus derechos. Era necesario ganar una ley laboral, pero para eso, previamente se requería conquistar el sufragio popular, para poder lanzar a la lucha política a los tribunos del pueblo. El cartismo fue el preámbulo de la lucha del pueblo trabajador en la obtención del “sufragio universal”.

Posteriormente se alcanza el sufragio masculino, sin ser este universal, pues aún quedaban excluidas de este derecho las mujeres. No es sino hasta 1890, en el estado norteamericano de Wayoming, donde se concedió el voto femenino. Gran Bretaña lo admitió en 1918; Francia en 1944; México en 1953 y, curiosamente, Suiza hasta 1971.

Conquistado el sufragio universal, el pueblo trabajador tiene por primera vez en sus manos, en la civilización, un instrumento de lucha, la herramienta que le permitirá disputarle el poder político a la burguesía. Sin embargo, debemos dejar asentado que el sufragio universal, por sí sólo, no concede en automático la posibilidad de transformar la sociedad, en beneficio de las grandes mayorías, para ello se hace necesaria la lucha organizada del pueblo y que este eleve su conciencia política y de clase.

En la actual sociedad mexicana, dominada por los monopolios del gran capital, el poder político, en manos de las facciones del PRI y el PAN, se ejerce no para atender las demandas del pueblo, sino para velar por los intereses económicos de un puñado de potentados adinerados, empresarios y banqueros, nacionales y extranjero, para garantizarles la mayor apropiación de la riqueza nacional.

Estos potentados, dueños del capital, para seguir apropiándose de la riqueza, generada por los trabajadores del campo y la ciudad, para continuar conservando sus privilegios económicos y políticos frente a millones de pobres, tienen que asegurarse, de convencer a estos, de que en México se vive en una democracia y un estado de derecho.

¿Cómo le hacen para convencer al pueblo? ¿Por qué el pueblo permite ser explotado? ¿Cómo es posible que unos cuantos potentados dominen y exploten a más de cien millones de mexicanos? ¿Por qué el pueblo no reacciona frente a la injusticia? A estas preguntan no es fácil ni mucho menos sencillo dar respuestas satisfactorias. Pero generalmente existe un par de razones que explican la pasividad del pueblo frente a la explotación, la pobreza y la injusticia:

  • en primer lugar porque la organización y el poder se encuentran en manos de la clase capitalista, y
  • en segundo lugar porque la burguesía es dueña aún hasta de la mente de millones de pobres.

El medio más seguro de que se valen los dueños del capital, para seguir manteniendo el sistema de explotación, es la organización estatal.

El Estado es el instrumento de dominación que utilizan los capitalistas para explotar y someter al pueblo. La maquinaria de represión, en manos del poder económico y político, está integrada por la educación de estado, la religión de estado, la prensa de estado y todos los demás medios y aditamentos coercitivos.

A través de la educación de estado, se busca instruir a la mayoría del pueblo trabajador para que sea un “engrane” más dentro de la maquinaria productiva capitalista; no se educa al pueblo en un espíritu crítico y científico, ni mucho menos para cuestionar el orden social capitalista.

Con la religión de estado, se pretende crear y alimentar, en el pueblo, un espíritu conformista, de docilidad y resignación frente a la pobreza y la injusticia, a causa de la explotación capitalista y la opresión de los malos gobiernos.

Con la prensa de estado, se ensalza toda iniciativa de ley del gobierno; se enaltece las obras estructurales para incentivar la inversión, el desarrollo industrial y la acumulación de ganancias para el capital; se glorifica el orden social burgués, en contraposición a esto, dicha prensa, vitupera y lincha mediáticamente a toda persona o grupo social que se atreva a alzar la voz para denunciar, públicamente, los malos manejos del gobierno en la administración del presupuesto nacional, de señalar a empresarios, amigos o familiares de gobierno, que se han enriquecido de manera ilícita y al amparo del poder público.

A lo anterior debemos agregar, que a la burguesía no le basta con tener en sus manos todo un aparato de dominación ideológica, pues éste no es garantía para lograr el objetivo de convencer y dominar en su totalidad al pueblo, debido a que existen muchas personas y dirigentes sociales, hombres y mujeres de la academia o de la ciencia que no se tragan el cuento del gobierno, que pretende hacernos creer que vivimos en una democracia y un estado de derecho. Cuando dicha ideología falla o no es suficiente, el Estado capitalista no vacila en echar mano de la fuerza pública, para reprimir y ahogar toda protesta o manifestación social que amenace y atente contra “el orden y la paz social”, para eso se vale de los granaderos, la policía, el ejército, las cárceles, los tribunales y todos los demás medios coercitivos, con los cuales somete y castiga a los “inconformes”, a los “agitadores”, a los que “desestabilizan el orden y la paz social”.

En la democracia capitalista, para defender y proteger los intereses de la burguesía, recurren al engaño y la manipulación de un sector del pueblo, carente de conciencia y con necesidades materiales, para enfrentarlo al mismo pueblo. Estos seres humanos, guiados por el hambre y sin conciencia política y de clase, son reclutados por el Estado y armados con macanas y escudos, con pistolas y vehículos, con armas largas y tanquetas, para someter, reprimir y arrestar a su mismo pueblo; para presentarlos ante los tribunales para ser juzgados por atentar contra la “estabilidad y el orden burgués”. Estos hombres, con la mente nublada por el engaño, la arremeten a macanazos y balazos contra el pueblo, creyendo que con ello defienden las instituciones, el orden y la paz social, cuando en realidad lo que están defendiendo son los dineros mal habidos y las propiedades de los explotadores, de los saqueadores y defraudadores de la nación.

¿Cómo se puede hablar de democracia en México?, cuando en la actualidad los grandes medios de difusión, sobre todo la televisión y la radio, se encuentran dominados por el poder del dinero, que convierten en irrisorio cualquier otro medio de refutarlos. La prensa de estado –la televisión, la radio, periódicos, revistas- en donde laboran todo un ejército de lacayos al servicio del gran capital, pregona la existencia de una democracia, que “sin ser esta perfecta, es la mejor vía para mantener la estabilidad y la paz social”. Y pareciera, que en efecto, en México existe una verdadera democracia, no únicamente por la forma en que la ciudadanía renueva su gobierno, sino porque existe toda una serie de instituciones que “garantizan” el ejercicio de los derechos humanos, sociales y políticos, tales como el Instituto Nacional Electoral (INE), antes (IFE), el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), la Procuraduría General de la República (PGR), la Comisión Nacional de derechos Humanos (CNDH), el Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI), la Suprema Corte de Justicia (SCJ) etcétera. Pero habría que recordar que al frente de dichas instituciones, por muy necesarias y democráticas que estas pretendan ser, se encuentran personas de carne y hueso, con intereses económicos de clase, con pasiones sin freno, que corrompen dichas instituciones, que las utilizan no para atender los reclamos populares, sino para enriquecerse, para reprimir, para encubrir a delincuentes de cuello blanco, para torcer la ley y legitimar el robo y el despojo del los bienes del pueblo.

Los defensores del orden social capitalista podrán argumentar que los medios de difusión, sobre todo la televisión, sin llegar a ser totalmente imparciales, por lo menos son objetivos, pues en ellos se hace una crítica, por igual, tanto a partidos políticos como a diputados, senadores, alcaldes y funcionarios públicos por el mal desempeño en sus funciones y la corrupción en la que caen. Al respecto de este asunto, debemos analizar como enfocan la crítica, las personas que están al frente de estos medios de difusión, esta nunca va dirigida a la propuesta política ni a los posicionamiento sobre determinados temas coyunturales, por lo general la crítica se centra sobre la persona y su carácter, sobre los métodos empleados. La crítica la hacen generalizando a partidos y políticos, puntualizando “que no se ponen de acuerdo para sacar las reformas que necesita México”; “que no hacen bien su trabajo”; “que ganan mucho y son una carga para los ciudadanos que pagamos su dieta”, en fin, la crítica que publicitan tiende a asociar a partidos y políticos con la corrupción. Lo que hay detrás de esta crítica, no es otra cosa que la intención velada de disuadir a la ciudadanía de participar en política, toda vez que ello conduciría a corromperse, de esta manera se garantiza que el ejercicio de la política siempre este en manos de los mismos: los saqueadores apátridas y lacayos del capital.

También se podrá argumentar que algunas instituciones si funcionan, como el IFE –hoy INE- y el TEPJF, y para demostrarlo harán referencia a la elección del 2000 en la que el IFE le reconoció el triunfo al candidato del PAN, Vicente Fox, y el TEPJF calificó de válida la elección, veamos esto último…

Hay que recordar que en la elección federal del 88, el candidato del Frente Democrático Nacional (FDN), Cuauhtémoc Cárdenas, le ganó la elección al PRI y su candidato Carlos Salinas. En ese entonces las elecciones las organizaba la Comisión Federal Electoral, presidida por el secretario de gobernación, Manuel Bartlett, y la calificación de la elección presidencial correspondía a la Cámara de Diputados, en la cual el PRI no contaba con una mayoría. Para que Salinas pudiera ser declarado presidente electo se necesitaba persuadir a los diputados de Acción Nacional de no votar junto con los diputados del FDN en el sentido de anular la elección. En la noche del 27 de agosto de 1988 Salinas y Camacho pactaron con la dirección del PAN y su candidato –Luis H. Álvarez, Manuel J: Clouthier- el arribo de Salinas a la presidencia de la República. La forma en que lo hicieron fue que los diputados de Acción Nacional se abstuvieron de votar para que los diputados del PRI lograran la mayoría y declarar valida la elección.

¿Cuál fue la concertación?

  • Primero, un cambio en las leyes electorales –donde más tarde surgiría el IFE-;
  • Segundo, una apertura económica…y que el campo fuera libre –eliminación del ejido-;
  • Tercero, la privatización de la banca;
  • Cuarto, que hubiera alguien que defendiera a los ciudadanos; y
  • Quinto, establecer la relación con las iglesias.

Con las nuevas instituciones –IFE, TEPJF- se llegó a la elección presidencial del 2000, en la que fue derrotado el partido de estado por el candidato de Acción Nacional. La elección es calificada de válida y Zedillo le entrega la banda presidencial a Fox. Con todo esto pareciera que realmente México comenzaba a transitar por la vía de las instituciones y la democracia. ¿Por qué no ocurrió lo mismo en la elección del 2006? Por la simple razón de que los candidatos representaban proyectos distintos, examinemos esto último…

En la elección del 2000, el proyecto de Fox y el PAN en nada se contraponía al del PRI, representaban lo mismo, el continuismo: mantener los privilegios de los mismos sectores; seguir con las privatizaciones; solapar la corrupción de familiares y amigos, etcétera. Incluso, reconocer el triunfo de Fox servía al sistema político mexicano, para darle un respiro, para hacer creer a la población de que en México hay democracia. En cambio en la elección del 2006, el candidato de la coalición “por el Bien de Todos”, Andrés Manuel López Obrador, enarbolaba un programa de acción –Plataforma Política- contrario a los intereses de los potentados, de los que se han enriquecido con la complicidad del gobierno y al amparo del poder público; en ese programa de lucha se ponía como eje central del gobierno la atención a los pobres, por el bien de México; se aplicaría la austeridad republicana; se combatiría la corrupción y la impunidad; sanear las empresa públicas, etcétera. Como se podrá ver, con este programa se afectaba los intereses de la mafia que tiene secuestrado a México y sus instituciones.

Para darnos una idea del enorme poder que el Estado mexicano cedió a los medios masivos de difusión, pero sobre todo al duopolio Televisa-TV Azteca, baste citar dos datos:

  • Recientemente se dio a conocer, en la prensa, que durante el gobierno federal de Felipe Calderón, éste gastó poco más de $ 39,000,000,000.00 en comerciales para legitimar su gobierno ante la ciudadanía, debido a que su arribo a la presidencia de la República estuvo empañada con la marca del fraude, así como la fallida “guerra” que emprendió, de manera irresponsable, contra el narcotráfico y el crimen organizado, lo que dejó en el país un baño de sangre de más de 70 mil muertos;
  • En la campaña a la presidencia de la República en 2012, las encuestas situaban muy por arriba, de Vázquez Mota y López Obrador, a Peña Nieto, y este se empezó a desplomar en la medida que se acercaba la elección. Un elemento que le bajó un puntaje considerable, a Peña Nieto, fue el movimiento #Yo Soy 132, la pregunta obligada es: ¿Por qué si Peña Nieto era el candidato de Televisa, ésta le dio cobertura al movimiento, sabiendo que le estaba bajando puntos? Muy sencillo, el objetivo era mandarle un mensaje al futuro presidente, y a quien quiera entenderlo, de quien realmente ostenta el poder en este país, ¿El gobierno o el gran Capital?.

El aparato de dominación que la burguesía utiliza para explotar y someter al pueblo se sostiene con los recursos del propio pueblo, es decir, con el sudor del pueblo se mantiene a sus verdugos. El presupuesto de la nación, producto de los impuestos que pagamos los mexicanos, no se utiliza para atender las demandas sociales del pueblo –empleo, vivienda, educación, seguridad-. El grueso del presupuesto está destinado, una parte a financiar los proyectos del gran capital, así como rescatarlos de las quiebras; la otra parte es para mantener una burocracia administrativa, dentro de la cual se inserta un aparato militar y judicial, para reprimir toda protesta u organización que se atreva a cuestionar o pretenda disputarle el poder político a los lacayos del gran capital, sobre todo al estadounidense.

El actual gobierno de Peña Nieto, al igual que sus antecesores, responde a los intereses del capital estadounidense y de sus lacayos, los pseudoempresarios mexicanos, que no se atreven a proteger su mercado interno, como sí lo hacen los norteamericanos. Históricamente, las medidas económicas recomendadas por los Estados Unidos a los demás países, en los cuales tiene un interés económico, no aplican para ellos, ejemplos no faltaran.

El método que los Estados Unidos utilizan para tener el control de los recursos naturales –petróleo, minerales, materias primas- es el de debilitar a los Estados en donde tenga el interés económico de explotar dichos recursos, y lo hace mediante la desestabilización por medio del narcotráfico, provocando guerras civiles con financiamiento del tesoro norteamericano; interviniéndolos militarmente, enarbolando la bandera de la paz y el combate al terrorismo internacional, etcétera. Argumentos no faltarán para inmiscuirse en los asuntos internos de otros países y sembrar en ellos el caos, lo cual le da el pretexto necesario para poder ocuparlos militarmente, vulnerando su soberanía, y asegurar el control de los energéticos a favor del imperialismo yanqui.

Volviendo al concepto de la democracia, debemos dejar claro la concepción que de esta tenemos desde las trincheras de la lucha política del pueblo. El vocablo de la democracia, entendido etimológicamente como “el poder del pueblo”; definida como el gobierno del pueblo, con el pueblo y para el pueblo; y en los propios términos de la Constitución Política “como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”, traducido como principio, como vocación, es una actitud ante la vida, mediante la cual, el hombre y las organizaciones que la practican, comprenden y tienen en gran estima el papel decisivo del pueblo trabajador como hacedor de la historia. En consecuencia con este principio, asumen la responsabilidad de informarse verazmente sobre los acontecimientos trascendentes en el ámbito internacional, nacional y local y, por ende, participan activa y de manera responsable en la vida económica, social y política de su entorno comunitario, gremial, sectorial, nacional e internacional. Saben escuchar, discutir y llegar a acuerdos. Son conscientes y respetuosos de la diversidad de ideas y opiniones existentes en la sociedad, así mismo de las decisiones mayoritarias, de la voluntad e intereses del pueblo.

La democracia va de la mano con la lucha por la justicia y la libertad, e implica también el compromiso de conocer, ejercer, defender y ampliar los derechos humanos, sociales y políticos de toda persona. La democracia exige también el desarrollo de la conciencia política de los trabajadores y el impulso de su participación organizada en los acontecimientos sociales.

Existen dos tendencias contrapuestas que se desvían de este requerimiento de la democracia, a saber: el democratismo y el autoritarismo. Este último impone al pueblo, en tanto que el primero, disfrazado de democracia, plantea que las masas trabajadoras, sin conciencia política, aparentemente tomen las decisiones; uno impone, el otro manipula. Examinemos esto: en la elección del 2000 muchos quedaron convencidos de que fue democrática, toda vez que la mayoría, de la ciudadanía, votó por Fox y, las instituciones electorales reconocieron el triunfo. Pero debemos recordar que durante la campaña, Fox la arremetió contra el PRI –“voy a sacar a patadas al PRI de los pinos…a víboras prietas, tepocatas, alimañas…”- y los medios, pero sobre todo la televisión, le abrieron todos los espacios disponibles, es decir, había un acuerdo para que el PRI le cediera la presidencia al PAN. Con estas acciones se evidenció que las estructuras del poder orientaron el voto ciudadano hacia el candidato de la derecha, para evitar que el descontento social, por las malas condiciones de vida a causa de los pésimos gobiernos del PRI, votaran por Cárdenas.

Algo similar pasó en 2006, al candidato de la derecha, Felipe Calderón, le abrieron los espacios en la televisión y en la radio para vituperar y difamar al candidato de la izquierda, López Obrador, con la finalidad de frenarlo en la conquista por la presidencia. A pesar de toda la campaña de la mentira, para desprestigiar al candidato más popular, no lograron disuadir a la mayoría de la ciudadanía de votar por Andrés Manuel López Obrador, y ante el contundente triunfo del candidato del pueblo, las instituciones del Estado, no vacilaron en perpetrar un fraude escandaloso.

El terrorismo, así como las acciones de grupos llamados “anarquistas” son una vertiente de políticos que con acciones violentas suplantan la actividad del pueblo.

Con todo lo anterior no podemos más que concluir que en una sociedad, como la nuestra, dividida en clases sociales, con intereses económicos en pugna, la democracia que prevalece es la de los potentados burgueses, la democracia de los poderes fácticos: los monopolios, la iglesia, las confederaciones de trabajadores, el narcotráfico, el ejército, y cuyas instituciones, igualmente burguesas, existen para proteger y defender los intereses y privilegios de los que se han coludido, como vulgares ladrones, para robar y despojar al pueblo de su patrimonio.

Septiembre de 2013

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