por Blanca Rosa Jiménez Villaseñor
En este número del Tribuno, se ha determinado que incluyamos el tema de las posadas, por la correspondencia que tiene en estas fechas decembrinas. Y permítanme decirles que aunque parezca un tema descontextualizado para la publicación, al internarme en él me he sorprendido por sus variados orígenes y la proyección alcanzada en el mundo.
Yo sabía que eran fiestas que se llevaban a cabo del 16 al 24 de diciembre, siendo de tradición religiosa católica; a éstas, en nuestra infancia, asistíamos con devoción: se rezaba, se cantaba, se rompía una piñata con frutas y dulces, nos daban los aguinaldos, y no podía faltar el ponche de frutas. Así, esperábamos el día 24, donde se celebraba el nacimiento del Niño Jesús, el cual nos traía juguetes o ropa ¡si nos habíamos portado bien!
Pero resulta que hoy me entero de que los festejos invernales que derivaron en las posadas, tienen su origen en la Cultura Mesoamericana, en donde los frailes que vinieron a evangelizar, se valieron de las costumbres y cultos que los pueblos de Mesoamérica tenían, dando como resultado un sincretismo de tradiciones prehispánicas y españolas, y así, conformando una nueva visión del mundo.
Estas fiestas tienen, en el hemisferio norte, un denominador común: los ciclos solares que son muy similares, como nos dice la doctora María Angélica Galicia, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM:
la celebración de la Navidad, que trajeron los españoles, coincide con el solsticio de invierno, dentro del ciclo agrícola que regía entre los pueblos mesoamericanos, entre ellos los asentados en el territorio de México… a su vez son escenarios para venerar a dioses antiguos, que posteriormente se convirtieron en santos.
Si nos remontamos a la época prehispánica, hay evidencia de que los mexicas celebraban en este mismo período invernal, el nacimiento de Huitzilopochtli (Dios de la Guerra) y de su pueblo. A estos festejos se les llamaba Panquetzaliztli, según una versión duraban del 16 al 26 de diciembre, aunque hay otras basadas en los relatos de Fray Diego Durán y de Sahagún que le dan 20 días, llamadas las fiestas de las veintenas del México antiguo (la última y más importante del calendario mexica era la de Panquetzaliztli).
De éstas se retoman algunos elementos ya transformados de la tradición y veneración a Huitzilopochtli: había rituales religiosos, bailes, cantos, música, obsequios, competencias y sacrificios; al final, un anciano sacerdote predicaba desde el templo el respeto por los dioses, los ritos, las leyes, los parientes y los ancianos. Hay narraciones de estas festividades muy interesantes que tal vez en otro momento se las comentaré.
Durante la conquista, para ejercer su labor evangelizadora, los frailes franciscanos, agustinos y jesuitas, utilizaron todas las coincidencias posibles para ir mezclando las costumbres de los mexicas con las nuevas ideas religiosas católicas, e ir desarraigando por completo de sus ritos y costumbres a los pueblos de Mesoamérica, símbolo de la ideología dominante en ese momento del poder absoluto.
Dentro de estas coincidencias tenemos las fechas invernales, que les fueron muy útiles, como el nacimiento de Huitzilopochtli, que lo contrarrestaron con el nacimiento de Jesús. Hicieron uso de todos los medios vigentes en esa época para lograr sus objetivos, por ejemplo representaciones del nacimiento, las pastorelas, así como pinturas en grandes retablos en las iglesias y en los frescos de los monasterios, los cuales narraban diferentes hechos bíblicos o de la vida de Jesús.
Fue en el Convento de San Agustín de Acolman, Estado de México (uno de los primeros templos que se construyeron en la Nueva España) en donde empezaron a desarrollarse las primeras posadas. Éstas se originaron porque un fraile agustino, Diego de Soria, prior de este convento, le pide al papa Sixto V en 1587, que le conceda hacer un novenario de misas llamadas de aguinaldo, del 16 al 24 de diciembre, en el atrio del convento (que era muy espacioso) al cual asistían españoles, criollos e indígenas. Después de las misas, se hacen alegorías de las ya mencionadas, como una nueva forma de poder llegar más fácilmente a evangelizar.
Empezando así con las llamadas posadas (que toman su nombre por el recorrido de la Virgen María y San José, desde que salen de Nazaret y van a Belén a empadronarse, con todas las vicisitudes que pasaron en su viaje pidiendo albergue o posada); éstas se convirtieron en grandes festejos, ya que incluían también pastorelas, nacimientos, música, cantos y piñatas, otro elemento importante que le suman y que data de las tradiciones prehispánicas.
Durante el siglo XVlll, por un tiempo se suspendieron estos festejos, ya que dejaron de tener la influencia religiosa, la música sacra fue sustituida por las canciones populares, pero se retomaron con más fuerza alrededor de la Independencia, realizándose en los barrios y en las casas, ya que existía el resabio del ritual prehispánico, como obsequiar figurillas y repartir dulces y golosinas; posteriormente volvieron los festejos a las iglesias.
Las Posadas son fiestas populares de origen mexicano, que además se han expandido más allá de México.