por José Dolores Martínez
Una de las promesas de campaña del ahora presidente de la República mexicana, Andrés Manuel López Obrador, fue la de cancelar la mal llamada reforma educativa. En uno de sus puntos, el séptimo para ser preciso, mencionó: “vamos a fortalecer la educación pública, gratuita y de calidad en todos los niveles escolares, bajo la premisa de que la educación no es un privilegio sino un derecho del pueblo”.
Echándole una ojeada a los planes de estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México, vemos que en las diferentes facultades (historia, filosofía, ciencias políticas, sociología, etcétera) ya no se encuentran materias relacionadas con la filosofía marxista, y por consiguiente se han desechado obras trascendentes como: “El Capital”, “El Manifiesto del Partido Comunista”, “El Origen de la familia la Propiedad Privada y el Estado”, etcétera. Desde luego que tenemos claro que siempre existió el interés, de algunos sectores y académicos por quitar dichas materias, pero, ¿cuál fue el motivo?. Veamos esto.
La primera Guerra Mundial no fue casual, surgió como desarrollo lógico de las profundas contradicciones del capitalismo en su fase imperialista. La guerra fue una manifestación de la crisis general del capitalismo, y en medio de la cual, tuvo lugar un importante suceso: la gran revolución socialista de octubre en Rusia. Más adelante, al término de la segunda Guerra Mundial, el mundo se dividió en dos sistemas sociales antagónicos: el capitalismo y el socialismo.
Al tener acercamiento con jóvenes profesionistas universitarios, y tocar temas relacionados al socialismo, pudimos percatarnos del desinterés provocado por el sistema capitalista. La mayoría de ellos coinciden en que el socialismo y el comunismo cumplieron su papel en un momento determinado de la historia, lo cual ya no es aplicable hoy en día, dado que las condiciones materiales han cambiado.
En el sistema capitalista, los dueños de los medios de producción, es decir, los burgueses, no requieren profesionistas con conciencia de clase, pues lo que demandan es más mano de obra calificada, más profesionistas con menos oportunidades, con menos tiempo para reflexionar y analizar lo que pasa en nuestra sociedad, en nuestro país y en el mundo, con menos tiempo para organizarse. No debemos olvidar que en las últimas tres décadas estas generaciones han vivido todo tipo de represión, las escuelas, en las colonias; sufriendo desempleo, pandemias, acumulando inexperiencias, drogas y violencia. Cargando en su persona problemas de los demás. Esta es una de las varias causas por la que el Estado ha optado por abandonar la educación de los jóvenes.
Otro factor que influye en el abandono de la educación de los jóvenes, es el recorte en la matrícula de las universidades y escuelas superiores, bajo el pretexto de no alcanzar el puntaje requerido en los exámenes de admisión. Y, al ser rechazados estos jóvenes de las escuelas públicas, no les queda de otra, para el caso de que cuenten con recursos monetarios, de entrar a una universidad privada, que dicho sea de paso es un negocio muy lucrativo.
La Revolución Industrial, a mediados del siglo XVIII, fue obra de la burguesía, pero, también engendró a sus sepultureros: el proletariado. Precisamente, la bandera ideológica del proletariado es el socialismo científico, elaborado por Karl Marx y Friedrich Engels, plasmado en su obra “El Manifiesto del Partido Comunista” en 1848, en el que instaba a los trabajadores, a los proletarios, a unirse para destituir del poder a los capitalistas.
Las características principales del socialismo son:
- El Estado centraliza y administra la economía y la producción por el bien común.
- Establece una sociedad sin clase, todos pertenecen a una misma categoría.
- Garantiza el empleo, para que la sociedad crezca y se desarrolle de manera equitativa.
- Los medios de producción pertenecen a la sociedad y son administrados por el Estado proletario.
- Todos los servicios pasan a ser de un único proveedor, debido a que los medios de producción son del Estado obrero.
Este artículo no pretende ser una crítica destructiva o un ataque, sino al contrario, es hacer conciencia en las nuevas generaciones, para que adquieran una conciencia crítica, que les permita reflexionar sobre la realidad que les tocó vivir, para que se involucren en la lucha organizada para transformar dicha realidad en beneficio de la clase trabajadora y de toda la sociedad en su conjunto.
Al respecto de la juventud, Lenin decía: “Quien tiene a la juventud tiene futuro y verdad. La juventud siempre es sensible de lo que sucede a su alrededor, no tiene derrotas a la espalda que le llenen de pesimismo el futuro y ve la necesidad de un profundo cambio en la sociedad”.
