ESE MONSTRUO LLAMADO NEOLIBERALISMO

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por Antonio Tovar León

Al abordar el tema de las políticas neoliberales que los gobiernos priistas y panistas aplicaron por más de treinta y cinco años en el país (1982 – 2018), no podemos dejar de preguntarnos si estas fueron un fracaso o un éxito. De igual modo, debemos preguntarnos si con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República el neoliberalismo se acabó en México. Las respuestas que se den a estas interrogantes pueden ser variadas, las cuales dependen, desde luego, de la concepción que se tenga del gobierno y del sistema económico.

Así, por ejemplo, si se parte de la idea general de que los gobiernos son neutrales y que no tienen un carácter clasista, y por tanto representan los intereses de toda una nación, y están preocupados por el crecimiento y desarrollo económico del país; por abatir los rezagos educativos y de salud; por resolver los problemas de la pobreza y la inseguridad, entonces se podrá afirmar que las políticas neoliberales han sido un fracaso.

Por el contrario, si se considera que los gobiernos del PRI y el PAN tienen un carácter clasista, necesariamente se tendrá que determinar, a qué clase social representan y que intereses defienden.

Al respecto de lo anterior, podemos decir que la aplicación de las políticas neoliberales por los gobiernos del PRI y el PAN, sólo han beneficiado a un puñado de nuevos ricos, quienes amasaron grandes fortunas y, en contraste con ello, generaron millones de pobres. Por consiguiente, las políticas neoliberales han sido todo un éxito, ya que le han permitido al capitalismo la máxima acumulación de la riqueza, en medio de la crisis mundial por la que atraviesa dicho sistema económico.

Pero, a propósito de lo anterior: ¿Qué es el neoliberalismo?

El neoliberalismo es una apología más del capitalismo; es una de las varias teorías económicas burguesas (1). Son los argumentos ideológicos de los teóricos burgueses para defender el sistema económico capitalista y justificar su existencia, tratando de ocultar las contradicciones que encierra dicho sistema económico y que generan, desde luego, crisis económicas recurrentes, con los consecuentes males que toda crisis trae aparejados: desempleo, pobreza y miseria para el pueblo trabajador.

El neoliberalismo, como teoría económica burguesa, surgió a finales de la década de los veinte del siglo pasado, en Alemania, y alcanzó considerable difusión en los países de Estados Unidos, Francia e Italia. Pero es en la década de los 70 (en Chile, durante la dictadura de Pinochet) cuando se llevó a cabo el primer gran ensayo de las políticas neoliberales, al privatizarse 527 empresas públicas, al mismo tiempo que se implementó la apertura comercial, y se redujo el gasto público y el subsidio al consumo popular.

En 1979, tras la llegada al poder de Margaret Thatcher, en Inglaterra se inició el desmantelamiento de la economía pública: se recortó el gasto social y se disminuyeron las prestaciones de los trabajadores; se combatió a los sindicatos y se debilitó al Estado de bienestar; se privatizaron, total o parcialmente, empresas tales como: British Petroleum, British Steel, British Telecom, British Aerospace.

En 1980, al llegar a la presidencia de los Estados Unidos, Ronald Reagan junto con Margaret Thatcher promovieron un proceso mundial de ajustes y reformas, denominado “Globalización”, con la finalidad de presionar, desde las metrópolis imperialistas y los grandes centros financieros, a los países del 2do. y 3er. Mundo, con el objetivo de que pusieran a la venta sus empresas públicas y abrieran sus fronteras al comercio.

No obstante que la política privatizadora de empresas públicas se venía aplicando desde los años 70s y principios de los 80s, es hasta el año de 1989 que el economista burgués John Williamson dio el nombre de Consenso de Washington a un conjunto de medidas de política económica de corte neoliberal, dirigidas a los países en vías de desarrollo, para hacer frente a la reducción de la tasa de beneficio en los países del Norte tras la crisis económica de los 70. Estas medidas fueron entre otras: Disciplina en la política fiscal; Redirección del gasto público en subsidios (Disminución del gasto social y eliminación de los derechos sociales); Reforma tributaria (Ampliación de la base tributaria mediante el aumento a los impuestos al consumo); Liberalización del comercio (Apertura al comercio exterior y abatimiento de los aranceles); Liberalización de las barreras a la inversión extranjera directa.

La pregunta que no podemos dejar de hacernos es: ¿Por qué si el neoliberalismo data de los años 20, se empezó a aplicar de manera general hasta los 80?

Como preámbulo a esta interrogante hay que decir que el capitalismo, en su lucha contra el feudalismo, enarboló la bandera ideológica de liberalismo económico y político. El liberalismo económico plantea, en términos generales, la no intervención del Estado en la vida económica, en tanto que el liberalismo político plantea la abolición de las monarquías para ser sustituidas por las Repúblicas democráticas burguesas.

Pero no siempre se puede ser fiel al liberalismo económico, sobre todo cuando en la práctica éste no puede evitar las crisis recurrentes del capitalismo, las cuales desembocan en guerras imperialistas de rapiña y, en algunos casos, en revoluciones socialistas, como lo fue la Revolución Rusa de 1917, o el surgimiento del bloque socialista después de la Segunda Guerra Mundial.

A fin de frenar la expansión del “comunismo”, los gobiernos burgueses tuvieron que flexibilizar su política económica liberal e intervenir en la vida económica, adquiriendo empresas estratégicas, con el propósito de evitar que el descontento social desembocara en una revolución socialista. Es así como vemos aparecer las llamadas economías mixtas, cuyo propósito fue evitar el colapso del capitalismo y de apartar a los trabajadores de la lucha por el socialismo.
Pero una vez que desaparece la amenaza del comunismo, con la caída de Europa del Este, los países capitalistas vuelven al esquema original: la no intervención del Estado en la vida económica, ahora con el concepto de neoliberalismo.

El neoliberalismo en México

En México, tras la crisis económica de 1982 y la llegada al poder de la facción tecnócrata del PRI, se abandona la política del nacionalismo revolucionario para adoptar la ideología del neoliberalismo. Para profundizar en la aplicación de las políticas neoliberales, los gobiernos de extrema derecha modificaron los artículos constitucionales y simplificaron los procedimientos, trámites y requisitos fiscales para facilitarle la entrada al capital trasnacional especulativo, que por cierto, no contribuyó al desarrollo económico ni a la generación de empleos y sí a descapitalizar al país por la transferencia y fuga de capitales que generó.

De las 1155 empresas públicas con las que contaba México en 1982, en sólo una década fueron privatizadas cerca de 1000 empresas, por las cuales el Estado obtuvo 30 mil millones de dólares, hecho que los neoliberales celebraron con júbilo. Pero unos años después por la quiebra de las empresas privatizadas, en manos de los particulares, el Estado terminó pagando 90 mil millones de dólares, tres veces más de lo que había obtenido por su “venta”.

La Reforma Constitucional de 1983 le permitió a los gobiernos neoliberales del PRI y el PAN privatizar empresas tales como: Compañía Mexicana de Aviación y Aeronaves de México, 18 bancos, ingenios azucareros, las industrias de la Conasupo, Teléfonos de México; Altos Hornos de México, Siderúrgica Lázaro Cárdenas, la liquidación de Fundidora Monterrey, Fertilizantes Mexicanos, Ferrocarriles Nacionales de México, los canales 7 y 13, la extinción de Luz y Fuerza del Centro, etcétera.

Los defensores de las políticas privatizadoras, en su momento, argumentaron que las empresas públicas no únicamente no eran rentables, sino que representaban una carga financiera para el Estado al tener que subsidiarlas con las contribuciones del pueblo. De manera tal que si se vendían a los particulares, el gobierno tendría recursos adicionales por su venta, pero además, al ahorrarse los subsidios se tendrían fondos suficientes para atender las demandas más urgentes de la población: salud, educación, vivienda, seguridad, etcétera.

Otro argumento, para justificar la venta de las empresas públicas, es que éstas, en manos del capital privado nacional y extranjero serían más rentables y, por tanto, habría más inversión, más y mejores empleos, mayor progreso, etcétera. Pero una cosa es el discurso y otra la realidad. A más de treinta y cinco años de aplicar las políticas neoliberales en México, los resultados son devastadores para gran parte del pueblo mexicano: pobreza y miseria extrema para millones de mexicanos. Se desmanteló la planta productiva y con ello la concentración de la riqueza en manos de la oligarquía financiera; se dio el saqueo desmedido de los recursos y las riquezas nacionales por el capital trasnacional, con la consiguiente pérdida de la soberanía nacional; hay poco o nulo crecimiento económico; ocurrió la pérdida de gran número de empleos y bajos salarios; el recorte al presupuesto para programas sociales (salud, educación, vivienda) y, en contraposición a esto, se destinan bastantes recursos para rescatar a los banqueros.

La interrogante que queda por resolver es:

¿Con la llegada de AMLO a la presidencia de la República el neoliberalismo se acabó?

Respondiendo a la anterior pregunta, debemos recordar que el neoliberalismo, en términos generales, plantea la entrega de empresas públicas al capital privado, así como aniquilar los derechos sociales. Y si en estos momentos en México, las empresas que antes fueron públicas, aún siguen en manos del capital privado, no se puede afirmar, y mucho menos creer, que el neoliberalismo se acabó en México. El sistema de pensiones en México, como parte de la seguridad social, la manejan los capitales privados a través de las famosas Afores, que dicho sea de paso en otros países ya las echaron abajo.

Tal vez se piense que el neoliberalismo se terminó en México, porque erróneamente se asocia al neoliberalismo con la corrupción. Tal es la apreciación del propio presidente, Andrés Manuel López Obrador, que el 22 de octubre de 2019 declaró que neoliberalismo es sinónimo de corrupción. Por último, debemos decir que el neoliberalismo no se termina con el combate a la corrupción o por decreto, sino con acciones, con hechos. Cuando el Estado mexicano recupere las más de mil empresas, que los políticos tecnócratas entregaron al capital privado, sólo entonces, el gobierno podrá afirmar que las políticas neoliberales dejaron de aplicarse en México.

Notas

(1)Las teorías pequeñoburguesas, las teorías económicas fascistas, las teorías económicas revisionistas, las teorías de la transformación del capitalismo, el maltusianismo contemporáneo.

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