MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DEL 68 EN EL MARCO INTERNACIONAL

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por Antonio Tovar León

Mucho es lo que se ha escrito acerca del movimiento estudiantil del 68. En México, año tras año, estudiantes del politécnico, de la UNAM y de otros centros educativos se manifiestan el 2 de octubre en una “gran marcha”, y en algunos otros en varias que culminan en el Zócalo de la Ciudad de México o en la plaza de las Tres Culturas para recordar y conmemorar a los “Mártires de Tlatelolco”. Tal pareciera que el movimiento estudiantil del 68 fuera propio y exclusivo de los estudiantes mexicanos.

Para mejor comprender parte de lo que se empezó a gestar en el año del 68, creemos necesario analizar, retrospectivamente desde sus inicios el siglo XX, pues ello nos dará una idea de lo que nos legaron las generaciones que nos precedieron, y por qué no decirlo, lo que les heredaremos a las próximas generaciones venideras.

Comenzaremos diciendo que el pasado siglo XX pasó a la historia con el estigma de la guerra, así como con una serie de revoluciones sociales y movimientos de liberación nacional. Comenzó con la Revolución Rusa de 1905 y la Revolución Mexicana de 1910; cuatro años más tarde tendría lugar en Europa una de las conflagraciones más cruentas y devastadoras como no había ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad: la Primera Guerra Mundial, en la que perdieron la vida más de 9 millones de personas, además de los cuantiosos daños materiales. En plena guerra mundial tuvo lugar un hecho trascendental y por demás determinante en el futuro de la política mundial: la Revolución Rusa de octubre de 1917, con la que se creaba el primer “Estado Socialista”.

Al término de la Primera Guerra Mundial hubo una serie de cambios en el mundo en el orden económico, político y social, sobre todo en el continente europeo. Estados Unidos emergía como la potencia económica, política y militar mundial; con la celebración del tratado de Versalles se crearon los Estados de Yugoslavia, Checoslovaquia, Hungría, Austria, Finlandia, Estonia, Lituania y Polonia; la industria bélica y el hecho de poner la economía al servicio de la guerra determinó la injerencia total de los gobiernos en la vida social.

La creciente industrialización, forzada por las mismas necesidades bélicas y acompañada por enormes aumentos en los precios y en los salarios, provocó cambios sociales de gran alcance: la capa superior de la burguesía incrementó sus ganancias y la clase trabajadora mejoró sus salarios; los sindicatos se fortalecieron, aunque la clase media se vio mermada y eso iba a provocar, más adelante, el auge de las ideologías fascistas. En pocas palabras, el fantasma de la guerra estaba latente.

En 1939, para sorpresa de millones de personas, estalló la Segunda Guerra Mundial, de una mayor magnitud que la primera y cuyos efectos destructivos dejarían una herida profunda en la humanidad. En esta guerra, las pérdidas humanas, entre ellas mujeres y niños, ascendieron a 55 millones (según datos conservadores), además de los cuantiosos daños materiales.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial en 1945, con la derrota de los países del eje, el mundo se “dividió” en dos bloques: el capitalista, liderado por Estados Unidos, y el “socialista”, encabezado por la URSS. Esta división traería como consecuencia lo que durante largo tiempo se llamó “guerra fría”, y que desembocó en una serie de guerras regionales –Vietnam, Indochina, Corea, conflictos en medio Oriente– así como la carrera armamentista entre los Estados Unidos y la ex Unión Soviética.

El gobierno norteamericano, ante el temor de la expansión del “comunismo”, decretó para América Latina una política de apoyatura a los regímenes militares, los cuales fueron dóciles instrumentos en manos del imperialismo yanqui.

Las guerras y conflictos, provocadas por los intereses mezquinos del capitalismo monopolista de Estado y de los gobiernos imperialistas, estaban llevando al mundo a un callejón sin salida, arrastrando a los pueblos a la guerra. Esto iba creando una conciencia entre la población que no deseaba la guerra, sobre todo en las juventudes estudiantiles, las cuales alzaban la voz en contra de la guerra, en contra del capitalismo y de la sociedad de consumo.

Los motivos o las causas iniciales y aparentes de los conflictos del 68 eran de lo más diverso: en Francia habían sido estrictamente académicos, al protestar los estudiantes de la Universidad de la Sorbona contra la anacrónica organización administrativa vigente en esa institución. El movimiento estudiantil se transformó en un verdadero movimiento popular, cuando repentinamente una parte considerable de trabajadores de la nación Gala apoyaron a los estudiantes, generándose una huelga que paralizó a Francia por cerca de una semana.

En los Estados Unidos de Norteamérica, las manifestaciones de la contracultura junto a la hippie, a principios de los sesentas, enarbolaban la bandera de paz y amor; por otro lado, a finales de la década de los 50, se desató un movimiento por los derechos civiles al sur de los Estados Unidos, dirigido por Martín Luther King; de igual forma surgieron protestas de jóvenes contra el servicio militar obligatorio bajo el argumento de no estar de acuerdo con la injusta guerra desatada por su gobierno en contra del pueblo de Vietnam, además del conflicto interno que el gobierno sostenía contra el movimiento de las panteras negras, que luchaban por la igualdad de los derechos, contra la discriminación y la marginación racial.

En marzo del 68, en Gran Bretaña se llevó a cabo un mitin, en el que hablo la actriz Vanesa Redgrave, a dicho mitin también asistió Mick Jagger. Los manifestantes fueron reprimidos, hubo 90 heridos. Para el 28 de agosto de ese año los Beatles lanzan el tema “Revolución”.

En Polonia, en el mismo mes de marzo, los estudiantes de la Universidad de Roma realizan 12 días de protestas pacifistas; en Japón, también hubo protestas estudiantiles, principalmente contra el tratado de seguridad celebrado entre la nación nipona y el imperialismo norteamericano; igualmente se dieron movimientos de protesta y manifestaciones en países como Checoslovaquia, Brasil, Argentina, etcétera, que sería largo detallar.

México no fue ajeno al movimiento social del 68.

El gobierno mexicano, de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez (registrados en la nómina de la CIA con las claves de “LITEMPO 2” y “LITEMPO 8” respectivamente), temeroso de las protestas del pueblo debido a la falta de democracia, de libertades sindicales, de plazas para médicos residentes, etcétera, y pensando que era a través de las universidades por donde se infiltraban las ideas revolucionarias y “comunistas”, había tomado sus precauciones estableciendo un control del estudiantado por medio de grupos porriles.

El motivo del conflicto se debió a uno de tantos pleitos callejeros entre estudiantes de las vocacionales 2 y 5 del IPN y de la preparatoria, Isaac Ochotorena, en la plaza de la Ciudadela el 22 de julio. Al día siguiente los granaderos la arremetieron contra los estudiantes a macanazos y con bombas lacrimógenas y, dueños de la situación, irrumpieron en la Vocacional 5 golpeando a varios estudiantes y profesores.

La marcha del 26 de julio, convocada en protesta por la intervención violenta de los granaderos en la Vocacional 5, fue reprimida. A partir de esos momentos comenzaron los enfrentamientos entre estudiantes y granaderos: la policía y los granaderos por ocupar los centros educativos, los estudiantes por defenderlos y conservarlos.

En la medida que se desarrollaba el conflicto entre estudiantes y las fuerzas del Estado, se fueron incorporando al movimiento más estudiantes de otras escuelas, así como otros sectores de la sociedad (familiares y padres de los estudiantes, algunos burócratas, trabajadores, etcétera). Este movimiento llegó a su auge al convertirse en nacional con la conformación del Consejo Nacional de Huelga (CNH) el sábado 3 de agosto, y cuyas demandas quedaron plasmadas en su pliego petitorio:

1) Libertad a los presos políticos;

2) Destitución de Luis Cueto Ramírez y de Raúl Mendiolea Cerecero, jefe y subjefe respectivamente de la policía del DF;

3) Desaparición del cuerpo de granaderos y no creación de otro semejante;

4) Derogación del artículo 145 y 145 bis del código penal, instrumento político de represión;

5) Indemnización a los familiares de los muertos y a los heridos que fueron víctimas de las agresiones y;

6) Investigación, enjuiciamiento y en su caso destitución y condena a las autoridades responsables de la agresión.

El gobierno mexicano, temeroso por el curso que estaban tomando los acontecimientos, y ante la posibilidad de que el movimiento estudiantil, convertido en nacional, incorporara en sus filas a un número cada vez mayor de otros sectores de la sociedad, no vaciló en echar mano de todo el aparato represivo del Estado para frenar el movimiento estudiantil, el 2 de octubre del 68, masacrando a muchos estudiantes y demás personas que se encontraban celebrando un mitin en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco.

Al respecto de este suceso, las preguntas que no debemos dejar de formularnos son: ¿Por qué a más de 50 años de la represión estudiantil en Tlatelolco se sigue escuchando, en algunos sectores, la consigna de “2 de octubre no se olvida”? ¿Por qué se dice que el 68 es el parteaguas, en el sistema político del México contemporáneo? ¿Por qué el gobierno Federal no atendió algunas de las demandas del CNH y que además eran atendibles? ¿Por qué en vez de atender los reclamos del pueblo opta por la represión?

En efecto, año con año en la conmemoración del movimiento estudiantil del 68, la consigna de “2 de octubre no se olvida” se deja escuchar en las marchas y mítines. Y algunos comentaristas y analistas en sus medios refuerzan la consigna, en el sentido de que no se debe olvidar este suceso para que el Estado no vuelva a cometer un acto tan atroz como el del 68.

Aun estando de acuerdo con esto, no podemos dejar de señalar que enarbolar esta única consigna hace parecer que, ese hecho criminal y genocida del gobierno federal, de Ordaz y Echeverría, es único y que no ha habido otros, cuando en la realidad lo que salta a primera vista es el carácter represivo del Estado mexicano.

Para constatar lo anterior hagamos un breve recuento de los crímenes en los que tiene gran responsabilidad el gobierno y sus partidos de Estado.

Los asesinatos de: Emiliano Zapata en 1919, Francisco Villa en 1923, del excapitán zapatista, Rubén Jaramillo en 1962; de los profesores y guerrilleros Arturo Gámiz en 1965 y Lucio Cabañas en 1974.

Las masacres contra el pueblo: Tlatelolco, 2 de octubre de 1968; San Cosme, 10 de junio de 1971.

En el régimen de Zedillo se dieron cuatro de estos horrendos crímenes:

Aguas Blancas, 28 de junio de 1995, 19 muertos;

Acteal, 22 de diciembre de 1997, 45 muertos;

El Bosque, 10 de junio de 1998 y; El Charco, 7 de junio de 1998.

En el gobierno de Peña Nieto se dieron dos de estos crímenes: uno en Tlataya, 22 civiles muertos a manos de elementos de ejército; otro, el de Ayotzinapa, Guerrero, 43 estudiantes normalistas de la escuela Raúl Isidro Burgos, detenidos y “entregados” al crimen organizado por la policía de Iguala, en presencia del ejército.

Para concluir, el mayor homenaje a los participantes, desaparecidos y asesinados del Movimiento Estudiantil del 68, no es únicamente el de recordarlos con marchas cada 2 de octubre. El mayor homenaje es el de luchar contra todo régimen de explotación y represión, es construir y elevar la conciencia política y de clase del pueblo trabajador, que lo lleve a la lucha organizada por la conquista de sus intereses futuros, históricos.

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