NEOLIBERALISMO Y CULTURA

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por Juan Grajeda

“con el pesimismo de la razón y el optimismo del corazón” Antonio Gramsci

La realidad es que la mayoría de las sociedades actuales viven establecidas dentro de los principios del capitalismo, en donde la propiedad privada de los medios de producción, sumada a los conceptos económicos del sistema, ha conformado a un hombre con un alto sentido individualista, que encuentra su resguardo de bienestar a través del binomio costo/beneficio, situación que no es ajena a la cultura actual. En este sentido, y dentro del ámbito cultural, se busca rentabilizar las expresiones culturales, aun cuando éstas, en su mayoría, sólo pueden ser cuantificables en el terreno social o de manera simbólica.

Es decir, la política cultural dentro del capitalismo responde al concepto de industria cultural, constituyendo socialmente a la figura del consumidor de cultura. Para ser más preciso, la cultura en el capitalismo, como respuesta de política cultural, responde invariablemente a una política de mercado, en donde lo importante es la plusvalía que pueda generar un producto cultural, dejando de lado el contenido y propuesta real de este.

Hay que considerar algunos hechos de nuestra historia para explicar este proceso cultural en el capitalismo, más específicamente en las políticas neoliberales.

El neoliberalismo es una forma particular del capitalismo globalizado. Este capitalismo globalizado está basado en la explotación del trabajo asalariado a partir de la propiedad privada de los medios de producción; con un individualismo acrecentado, una irrefrenable tendencia consumista, además de una manifiesta apatía por los asuntos sociales y una ética de triunfo personal. Es decir, un hedonismo exacerbado a la par de un conformismo político como eje rector de su ideología.

Durante los años 60’s y 70’s del siglo XX, en el mundo se dio un incremento significativo de las luchas anti-sistémicas, organizaciones sindicales y movimientos campesinos organizados, así como el desarrollo de guerrillas de tinte socialista, la aparición de un ala progresista dentro de la iglesia católica, el auge de procesos de liberación nacional en África. Además de considerar que para los años 80’s, casi el 25% de la población mundial vivía en sistemas catalogados como socialistas.

La respuesta a esta serie de cambios en el mundo por parte del capitalismo dominante fue el llamado neoliberalismo. Mismo que fue Impulsado por los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña, teniendo como mentores intelectuales a Friedrich Von Hayek, Ludwing Von Mises (la llamada escuela de Viena) y a Milton Friedman y los Chicago boys.

La crisis económica durante los años 70´s del siglo XX, derivó en un nuevo proceso de pauperización frente a la inestabilidad económica. Las potencias capitalistas aprovecharon este excelente caldo de cultivo para reivindicar su discurso y actuar a través del empuje de políticas sociales basadas en la competencia y la igualdad de oportunidades, que aunado a las reformas destinadas al adelgazamiento del Estado y la descentralización del mismo, beneficio sólo a una minoría, de por sí enriquecida y dueña de los medios de producción.

La sociedad pasó del trabajo estable, al mercado laboral flexible y de constante abuso. Este proceso requería además del control económico, de la aceptación de la sociedad, es decir, los valores culturales del capitalismo tenían por necesidad transformar la mentalidad del trabajador.

El capitalismo concibió una literatura del capitalismo, el lenguaje capaz de forjar a un ser despolitizado, social-conformista. El neoliberalismo cumple su doble propósito: la acumulación de riqueza en una minoría y el control de la protesta social.

Frente a este panorama habrá que sumar la nueva revolución tecnológica. Las tecnociencias han facilitado el control y el dominio de la población, reduciendo el diálogo y la mediación política a un simple intercambio de textos e imágenes carentes de conocimientos críticos. Sin embargo, si por un lado existe esta liviandad, también ha abierto la posibilidad de acceder de manera más rápida a un cúmulo de información y a nuevas formas de procesar la misma.

En este sentido, estamos pues, frente a lo que se llama una guerra de cuarta generación (guerra mediático-psicológica-cultural e ideológica). Por un lado, quienes utilizan este instrumental con fines conservadores para que nada se altere y quienes proponemos la transformación social no sólo en términos económicos, sino además culturales y libertarios de pensamiento.

La importancia de la cultura en el desarrollo de la sociedad es notable a lo largo de la historia, es fundamental comenzar a rechazar estos patrones de oferta y demanda, donde lo que no se vende no existe y lo que existe sólo es para algunos cuantos privilegiados.

Sabemos que resulta imposible detener de facto estas políticas culturales pero sí podemos contrarrestarlas de forma progresiva, sí podemos retomar nuestra humanidad. Las distintas manifestaciones y movilizaciones de principio de siglo no significaron un cambio real y permanente de paradigmas, pero dejan ver que el cambio es posible, que la historia no está terminada.

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