por Karen Lozada
Es menester iniciar este artículo haciendo del conocimiento de los lectores que, desde la óptica neoliberal, América Latina es concebida como el “patio trasero” de Estados Unidos. También, antes de entrar propiamente en el tema, cabe la aclaración de que las políticas implementadas en América Latina a partir del consenso de Washington no son exclusivas del continente, pues el neoliberalismo (como expresión capitalista) tiene alcances mundiales.
Entender qué es el consenso de Washington es prioritario para todos aquellos que buscamos acabar con este sistema de explotación, pues es la base de las políticas que se aplicaron a toda Latinoamérica durante la década de los noventa.
El consenso de Washington es un listado de 10 puntos planteado por John Williamson, el cual tuvo como fin “orientar” a los denominados países en vías de desarrollo inmersos en crisis económicas para que lograsen salir de las mismas.
Fue conformado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), por el Banco Mundial y por el Tesoro de Estados Unidos, las tres instituciones con sede en Washington.
Estas recomendaciones, más allá de solamente buscar orientar a los países, plantearon, ante todo, un compromiso político entre el capital financiero estadounidense y las élites de Latinoamérica (los ayudaban a cambio de que se comprometieran y sometieran a sus condiciones).
Los puntos centrales fueron:
1. Disciplina presupuestaria, es decir que el Estado tendría que reducir sus gastos, lo que conllevaría a una reducción del mismo (del Estado).
2. Reordenación de las prioridades del gasto público, se recondujo el gasto público y redistribuyó como subsidios a los servicios básicos.
3. Reforma tributaria, basada en aumentos de los impuestos.
4. Desregulación financiera, el acceso a la financiación se volvía igual para todos, desde las pequeñas y medianas empresas hasta las trasnacionales.
5. Comercio libre entre naciones, esto a través de la creación de acuerdos comerciales entre diferentes Estados en condiciones desiguales (ejemplo: Estados Unidos frente a países centroamericanos).
6. Liberalización de las tasas de interés, fueron establecidas por el mercado.
7. Tipo de cambio marcado.
8. Liberalización de la inversión extranjera directa, con el argumento de que así aportaría capital, tecnología y experiencia.
9. Privatización de empresas estatales, pues se consideraban más eficientes las administraciones de empresas privadas.
10. Derechos de propiedad.
La idea neoliberal consistía en que al dar apertura al mercado y recibir capital extranjero, así como frenar la injerencia del Estado, se favorecería la modernización y competitividad, lo que se traduciría en un incremento en la tasa de inversión y, por ende, en la productividad laboral, el crecimiento económico y el aumento de empleo. Por lo que, bajo su concepción, ese crecimiento gotearía hacia los sectores más vulnerables y desfavorecidos, disminuyendo la pobreza.
La realidad fue contraria a lo planteado, pues durante la década de los noventa el nivel de pobreza y desigualdad aumentó más que nunca en Latinoamérica.
En el caso de México, las políticas aplicadas en el consenso de Washington se ven reflejadas con mayor claridad durante el sexenio de Salinas de Gortari (1988 – 1994). En múltiples ocasiones escuchamos hablar de que el neoliberalismo entró de lleno a nuestro país durante los noventas y, en efecto, fue en respuesta a las medidas del Consenso que las políticas públicas y los programas de Gobierno se enmarcaron en una dinámica abiertamente neoliberal. Como ejemplos tenemos que se renegoció la deuda externa y se aligeró el pago de intereses a cambio del libre acceso de la inversión extranjera, una medida que responde al FMI y al Banco Mundial.
Además se privatizaron cerca de mil empresas de las 1155 empresas públicas con las que contaba México en 1982, con esto se daba cumplimiento cabal a uno de los planteamientos del consenso: la reducción del Estado.
Fue durante ese periodo en el que, al hacer un análisis, se puede concluir que, contrario a las ideas neoliberales, la desigualdad se acrecentó, pues en 1987 únicamente una familia –los Garza Sada– figuraba dentro de las más ricas del mundo (de acuerdo con Forbes), y para finales del sexenio ya figuraban 24.
A nivel regional, pasó la misma situación, pues en 1987 se tenía registro únicamente de seis fortunas latinoamericanas. Para 1994, en América Latina había 42 fortunas. En contraste, en los años noventa, de acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), aumentó el número de individuos pobres de 200 millones a 211 millones.
La implementación y adopción del consenso de Washington tuvo estragos en el nivel vida de la mayoría del pueblo trabajador, ya que mientras que el número de ricos aumentó en casi un 85%, el número de personas en situación de pobreza se incrementó. Peor aún, al abandonar los proyectos nacionales de desarrollo y reconvertir la economía hacia afuera (mercado mundial) se dejó en total desprotección a la mayoría de la población.
Los estragos de las medidas adoptadas los vivimos hoy en día, pese a intentos por revertirlas, el Sistema de Salud es insuficiente, las pocas empresas estatales que conservamos están en crisis, la educación se concentró como un negocio. Hasta antes de la llegada de López Obrador, los programas federales eran vistos como subsidios a los menos favorecidos que buscaban sopesar la desatención del Estado a temas como: empleo, salud, vivienda, educación.
Es casi imposible romper con las medidas adoptadas en los noventa si no se corta de tajo el sistema que nos ha llevado a esta crisis humana, económica, social y política, por lo que, a juicio de la autora, el entender qué pasó con nuestro país durante la implementación del neoliberalismo, es crucial para empezar a proponer nuevas líneas de acción que, de una vez por todas, lo entierren en lo más profundo de la historia.
